Como mujer independiente, con una educación y un buen trabajo, no necesitaba que alguien me cuidara de ninguna manera. Lo que necesitaba era amor, aceptación y comprensión. Necesitaba a alguien con quien compartir mi vida. Necesitaba compañerismo. Necesitaba la realización emocional y física. Necesitaba a alguien para amar, aceptar y entender.
Nada sobre mi matrimonio tiene que ver con los roles de género, los hijos, la prestación de servicios, las tareas domésticas o algo de eso. No se trata de logística o nociones de éxito. Se trata de ser un compañero, un compañero de equipo. Se trata de nosotros, mi esposo y yo, contra todo lo que el mundo y la vida tienen que lanzarnos. Se trata de lograr objetivos compartidos, unir recursos y hacer realidad los sueños. Se trata de apoyo: emocional y físico. Se trata de vivir el tipo de vida que queremos, juntos. Y ninguno de nosotros puede imaginar una vida sin el otro. Es por eso que recitamos votos, hicimos promesas y nos comprometimos a una vida para siempre juntos.