Cruzó y volvió a cruzar las líneas del frente en una zona de guerra (guerrillera).
Con tan solo 7 años, era demasiado joven para comprender el peligro que me rodeaba en la década de 1970 en Irlanda del Norte.
Como niño protestante, asistí a una escuela protestante y vivía en un área protestante. Esta fue una era de segregación. De alguna manera, mi mejor amigo era un niño católico, que asistía a una escuela católica y vivía en el área católica. Entre su urbanización y la mía había un campo de recreación (como un patio de recreo moderno pero con equipos más peligrosos), y en esa tierra de nadie, una tregua incómoda dominaba a los niños de ambos lados.
Como era común incluso para los jóvenes de la ciudad en aquellos días (los viejos tiempos, como mi hija me recuerda constantemente) a menudo salía a pasear por mi cuenta. Bajo los términos de la distensión, podía entrar en la prisión por el lado protestante, pero solo podía salir por el otro lado con impunidad. Cualquier otro chico que intentara esto habría arriesgado una paliza de aspirantes a paramilitares.
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¡Y todo esto gracias a los estereotipos! Soy de origen indio (o “Paki” en el lenguaje común de la época) y esto hizo que algunas personas asumieran que era hindú o musulmán. Afortunadamente para mí, esas eran las mismas personas que me habrían dado un mal momento por ser el tipo de cristiano “equivocado”.
Por supuesto, es una simplificación excesiva considerar que la división sectaria es religiosa. En todo caso, la insignia de la religión era meramente identificativa y simbólica para reunir apoyo y enfocar el odio en lo que era una guerra de clases histórica y étnica. Mientras los combatientes se escudriñaban entre sí en busca de insignias, me miraban pero no podían ver la insignia contra el fondo oscuro.