- Cada vez que llegaba tarde a extender una disculpa, porque mi ego no me lo permitía.
- Cada vez que deliberaba sobre si llamar a un amigo con el que no había estado en contacto durante mucho tiempo y luego decidí hacerlo de otra manera.
- Cada vez he dudado en ayudar a alguien en necesidad, porque algunos asuntos personales triviales se interponían.
- Cada vez que decidí no actuar en mis sueños porque parecía inmaduro, poco realista o demasiado descabellado.
- Cada vez he sido demasiado perezoso, o demasiado cómodo para poner en práctica mis grandiosos planes.
En definitiva, cada vez que he pospuesto.
Usted pregunta si he tenido esos casos. Me pregunto si incluso un día pasó cuando no lo hice.