Cuando entré en una relación monógama con mi esposo, discutimos explícitamente los límites de la relación. Uno de ellos no era la intimidad física con otras personas. Encontramos que éramos suficientes el uno para el otro. Otra fue que dedicaríamos nuestras vidas a esta asociación.
Si por alguna razón uno de nosotros quisiera o necesitara algo que cruzara esos límites, lo discutiríamos y llegaríamos a un nuevo acuerdo.
Ninguna parte de eso implica propiedad. Y ninguno de los dos reacciona celosamente cuando el otro expresa interés o atracción por otra persona. Lo hacemos con bastante frecuencia, y no nos sentimos heridos o molestos. Sabemos que no somos dueños de la otra persona. Esta relación es voluntaria. Podemos irnos en cualquier momento.
Los celos vienen del miedo y del deseo. El deseo es querer a esa persona en tu vida. El miedo es el miedo de perder a la persona que amas de tu vida. Cuando su pareja muestra interés en otra persona, provoca los celos, alimentados por el miedo. Algunas personas intentan resolver el problema controlando a su pareja, expresando su propiedad. Pero los celos se resuelven fácilmente con confianza. Si confía en que su pareja no rompa su acuerdo, y que hable con usted si desea que el acuerdo cambie, no hay nada que temer. No hay necesidad de tratar de poseer a tu pareja.
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