Podemos enmarcar la existencia desde dos polos opuestos; cómo se siente cuando algo sucede: sus cualidades internas de sentimiento existencial, o podemos encuadrarlo en el sentido espacio temporal, la exterioridad, la “materia muerta”. Cada perspectiva tiene sus propios usos y deficiencias, aunque esta última se entiende fundamentalmente a través de la primera, por lo que la experiencia es primaria. Al reducirse a sí mismo a la ‘interacción atómica’ niega la riqueza de contexto y el significado que es intrínseco a su existencia. Cuando los artículos científicos sensacionalistas dicen que han encontrado la hormona del amor, eso es realmente un nombre inapropiado. Lo que encontraron es una hormona que se correlaciona con la experiencia del amor, pero ese compuesto no es en sí mismo la experiencia, ni tampoco es el único factor que interviene en la formación de esa experiencia. Toda la experiencia ocurre a través de la totalidad de nuestro ser, no una molécula singular o incluso un conjunto de moléculas.
Nada es “solo” hormonal, ni siquiera hormonas. Sin sus interacciones con los sistemas endocrino, nervioso, cardiovascular, muscular, así como con estos sistemas integrados en contextos experienciales y sociales más amplios, las hormonas no significan nada. Es la relación entre las partes la que produce el todo; La composición individual de las partes en sí es relativamente arbitraria. Piense en cómo se puede almacenar y transferir la información digital a través de una gran variedad de medios: disquetes, discos duros, ondas electromagnéticas, etc. Esto es exactamente análogo. Nada es solo partes, y el universo no es una máquina gigante, es una unidad orgánica de sinergias y experiencias convergentes y divergentes, que se convierten en lo que son a través de sus interrelaciones.