Estuve en tratamiento contra el cáncer durante 15 años consecutivos.
Mi matrimonio de 28 años terminó mal.
Cuidé a mis padres ancianos por 14 años.
Ninguno de esos años fue ‘perdido’. Los viví todos.
Hubo restricciones en mi tiempo y energías que no hubiera elegido, pero eso no significaba que mi vida fuera ‘desperdiciada’.
Salí de esas dificultades con una gran cantidad de conocimientos y experiencias que me sirven bien ahora que básicamente soy libre de vivir como elijo.
Sin esos desafíos, no hubiera desarrollado la fuerza y la sabiduría necesarias para sostenerme durante mis “últimos años”.
No es lo que sucede, es lo que hacemos de lo que cuenta.