Porque no son ingenuos. Todos hemos experimentado la traición en un cierto punto de nuestras vidas. Cuando alguien quiere saber algo personal sobre mí, considero las opciones en las que pueden usar esta información en mi contra en el futuro, o chismear sobre mí a mis espaldas. Esto me ha pasado demasiadas veces.
Aquí hay una habilidad: nuestra disposición a confiar en los demás es como un iceberg. Cuando nacemos, el iceberg es monumental. Somos niños ingenuos que confían en los extraños con demasiada facilidad, hasta que nuestros padres nos enseñan lo contrario. Luego, a medida que envejecemos, aprendemos de nuestro propio ensayo y error. Cada vez que somos traicionados, nuestra disposición a confiar en extraños se está deshaciendo lentamente. Como resultado de toda esta traición y deslealtad, comenzamos a ser más selectivos con los que comparten información (es decir, proporcionar munición). Al final, podemos imaginar que la mejor manera de volvernos menos vulnerables es no compartir ninguna información personal. Para completar mi extraña analogía del iceberg, para protegernos a nosotros mismos, decidimos no otorgarle a otras personas el icepick.