Sí. Crecí católico y me volví agnóstico alrededor de los 13 años. Ya no creía en ninguna de las mentiras acerca de que los bebés no bautizados iban al infierno. Ya no creía que las personas decentes que alimentaban a los pobres pero que no eran cristianas también irían al infierno.
Cuando tenía 18 años, era prácticamente un ateo, pero algo me dijo que había alguien o algo detrás de todo.
A los 26 leo el Corán.
Mis padres están felices de creer en Dios, de alimentar a las personas sin hogar, de haber encontrado la paz, de que ya no vendo drogas, de que no soy alcohólico.
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A ellos no les importa lo que sea mi religión mientras yo ame a Dios.