El problema es que subestimamos nuestra propia felicidad. Asumimos cuál sería la reacción de nuestras acciones determinadas, qué pensamientos podrían producir sobre nosotros y, en consecuencia, nos impide expresar lo que realmente queremos ser escuchados.
Nos preocupamos demasiado por no crear ninguna ofensa a los demás. No confiamos en que lo que digamos pueda resultar incorrecto. Que esta vergüenza no te hunda. Este es el miedo a fallar que nos mantiene abajo.
Ser vulnerable Deja que tus palabras se escuchen, incluso si eso no tiene ningún sentido. Este nerviosismo y ansiedad no son más fuertes que nuestra fuerza de voluntad. Lo desafiaremos si no le prestamos atención y con frecuencia haremos algo que tememos.
No podemos permitir que ninguna emoción negativa permanezca en nosotros y no podemos permitir que nos impidan ser lo que realmente somos.