Solo no quiere decir solo
La primera parte:
En los primeros días de mi infancia, experimenté fuertes emociones negativas entre las personas en relación conmigo, entre sí. Así que mis primeros recuerdos de la definición de una relación no eran tan buenos.
Cuando crecí, me refugié en algunas personas con mis secretos, cosas que un niño pensaría y diría. Allí, mi confianza fue cambiada por cotilleos. Eran charlas infantiles, pero debido a que yo era tan negativo acerca de las relaciones desde cero, esto se agregó como un clavo en el ataúd y comencé a cambiar mi personalidad desde entonces.
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Comencé a mantenerme conmigo misma, sin compartir mucho con nadie más. Tenía emociones, demasiadas emociones a veces, pero no las compartía con nadie. Solía tratar con todos ellos por mi cuenta. Llorando al viento, quejándose a Dios en silencio, etc.
¿Me sentía sola?
Al principio, sí. Fue terrible. Era como si yo contra el mundo. Desde que estaba hablando, siempre fui consciente de mí mismo. Siempre miraría cómo me veía, siempre sentiría la mirada de todos, haciéndome sentir más insegura de mí misma.
Pero, todavía no podía compartir mucho. No sabía si los sentimientos que tenía eran debidos a mi naturaleza antisocial o algo más, pero no podía sucumbir.
Me metí en la lectura y la escritura. Cuanto más leía, más aprendía. Aprendí cómo todos están en conflicto con ellos mismos y nadie tiene la idea más clara de cómo su vida se perfila. Comencé a darme cuenta del caos total en cada uno de nosotros, sin embargo, permanecimos muy tranquilos. Comencé a darme cuenta de cómo necesitábamos encontrarnos y cómo eso era más importante que tener mil amigos.
A partir de ahí comencé a respetar mi espacio. Nunca me senté inactivo, estaba aprendiendo algo, leyendo cosas nuevas, escribiendo pensamientos nuevos. Hubo momentos en que solía sentarme en el balcón de mi universidad, solo, mirando la puesta de sol y teniendo una gran conversación dentro de mí.
El cambio:
Me estaba encantando Finalmente estuve en paz. Con el tiempo, hice algunos amigos. Por pocos, quiero decir que literalmente podría contar con sus dedos, dedos de una sola mano. Pero me gustaba hablar con ellos. No vagaba con ellos y tampoco a ellos les importaba, porque sabían que eso no me gustaba. Eso es lo más importante que sentí en aquel entonces, que cuando te conoces a ti mismo y lo valoras, la gente también lo valora. De lo contrario, estás en todas partes y nadie sabe quién eres.
¿Qué relación se mantiene hasta el final?
Superas a tus amigos o los pierdes en la marea de la vida.
Pierdes el rastro de tus hermanos cuando ellos continúan con sus vidas.
Tus padres envejecen y mueren.
Tus hijos crecen odiándose y culpándote, luego te dejan.
Su compañero de vida permanece hasta que su salud lo permita, tanto física como mentalmente.
Al final, la única relación a la que nos mantenemos atados desde la vida hasta la muerte es la relación que tenemos con nosotros mismos. Deberíamos pasar más tiempo poniéndonos en forma.