Los humanos se ajustan a los valores, tanto sociales como individualistas. Nos ajustamos a las normas sociales para llegar a la paz con los demás, y nos ajustamos a los valores personales para llegar a la paz con nosotros mismos. Más a menudo que no, nos conformamos solo para que podamos sobrevivir.
Toda la vida se conforma de una manera u otra, incluso la vida silvestre.
Un lobo debe ajustarse a la política de su manada, así como a su entorno, para sobrevivir. Un pez debe ajustarse a los caminos del océano para sobrevivir a su traición. Incluso un halcón que vuele por encima de todas sus presas debe ajustarse a su estilo de vida, a su dieta, al medio ambiente y a las lesiones ocasionales para poder sobrevivir.
Incluso las plantas jóvenes y tropicales en el fondo de una selva tropical deben torcerse y doblarse para adaptarse a su forma de vida, para absorber la luz solar que los árboles más viejos y más altos han luchado previamente para alcanzar durante el curso de sus vidas.
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La vida tiene que ver con la conformidad. Todos nos conformamos porque esa es la esencia de la vida. Nos adaptamos, sobrevivimos y evolucionamos. Pero eso no significa que no seamos individuos. No solo tenemos valores personales que intentamos seguir como individuos, sino que también luchamos por sobrevivir para aquellos de nosotros que nos resulta difícil conformarnos. Como individuos débiles, morimos, pero para aquellos que continúan sobreviviendo, siguen siendo parte de la sociedad.
Aquellos que son débiles y no sobreviven, entonces ya no tienen que conformarse, porque no queda nada para conformarse.
En cualquier caso, todos somos diferentes como individuos. Como los humanos son diferentes entre sí, también lo son los halcones que giran en círculos en el cielo, diferentes entre sí. Somos seres vivos, seres de conformidad, pero aún individuales.